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Oración a Jesús Crucificado

Muchas son las necesidades que tenemos, pero también mucho debe ser el perdón que debemos pedirle al Señor por los hechos que hemos cometido. Adulterio, mentiras, impurezas, robos y en fin, un número de hechos que todas las personas realizamos en algún momento, pero no nos atrevemos a contar y sólo logran incrustar más profundamente en la piel de Jesús los clavos con los que fue crucificado.

Cristo cuando estaba en la cruz, tenía los brazos abiertos abrazando al mundo entero. Hoy Jesús perdona cada azote que te desfiguró, cada pecado que cometemos hace que esos látigos lastimen nuevamente tu piel mi Señor.

Cada vez que usamos mal el  nombre  de Cristo o nos oponemos a su voluntad, esos clavos se incrustan aún más en su piel, en sus músculos, en sus huesos, perdonarnos Jesús, perdona Cristo a este mundo que siempre te lastima.

Jesús cada vez que hacemos algo mal, algo que dañe sus presagios, sin dudas somos culpables que esos clavos que sostenían sus pies fijados al madero de la cruz, se incrusten más. Esas piernas que usó nuestro Señor para recorrer toda Galilea, Belén y demás ciudades, sean lastimados en reiteradas ocasiones, haciéndole daño, no sólo a él, sino a su preciosísima Madre.

Jesús de verdad perdónanos hoy, porque realmente te hemos fallado demasiado mi Jesús, perdona cada una de las veces que hemos logrado que las espinas de tu coronase claven más.

El Señor está dispuesto a perdonarnos, sin importar lo difícil de nuestro delito, pero como a Zaqueo hace 2 mil años, debemos estar completamente arrepentidos y buscar la manera de resarcir ese gran mal que hemos hecho a Cristo Jesús  ya  nuestros hermanos.

En este momento coloquemos ese pecado terrible, que tanto te acuerdas y diremos con los ojos cerrados, a Jesús de Nazaret, que nos perdone, que estamos arrepentidos, que haremos lo posible por resarcir en la mayor medida posible el mal que hemos hecho.

Oración a Jesús Crucificado

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,
que aunque no hubiera cielo yo te amara,
y aunque no hubiera infierno te temiera;

No me tienes que dar porque te quiera;
porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Oración para rezar los viernes por la tarde por la crucifixión de Nuestro Señor

Mírame, oh mi amado y buen Jesús,
postrado a los pies de tu divina presencia.
Te ruego y suplico con gran fervor de mi alma,
te dignes grabar en mi corazón sentimientos vivísimos de fe,
esperanza y caridad, arrepentimiento sincero de mis pecados
y propósito firme de nunca más ofenderte.

Mientras yo, con todo el amor y dolor de que soy capaz,
considero y medito tus cinco llagas,
teniendo en cuenta aquello que dijo de ti,
oh mi Dios, el santo profeta David:
“Han taladrado mis manos y mis pies,
y se pueden contar todos mis huesos”.

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