Dios es enormemente bueno y nos escucha en cada momento. En algunas circunstancias pareciera que no es así, pero esto es un error, ya que Cristo mismo inclina su oído cada vez que pronunciamos su nombre, aunque existe la posibilidad de que Dios no responda de la manera que esperamos, aquí es cuando entran en juego los intercesores.
La oración a la Virgen del Perpetuo Socorro es un arma, que hace mover las manos del Creador en nuestro favor. En Caná de Galilea María Santísima intercedió para que Jesús a pesar de no quererlo obrara allí, por eso no temas, si lo hizo en ese momento, cuanto más no lo hará en medio de tú necesidad.
Esta es una de las tantas advocaciones marianas y gracias a la presencia de su cuadro, la tripulación de un barco se salvó de las tempestades del mar y todas las adversidades que este presenta. Con esto se deja claro, que María Santísima en la forma del Perpetuo Socorro nos protegerá de todo mal y peligro.
La oración a la Virgen del Perpetuo Socorro es ideal para colocar ante el sagrado manto de la madre de Jesús aquellas personas que salen día tras día de nuestras casas, en especial los hijos. La Virgen misma vio cada azote, cada escupitajo y herida que Cristo recibió y estuvo hasta el último momento al lado del madero de la cruz. Sólo una madre conoce el dolor que se puede sentir perder a un hijo, por ello no dudes en poner a tus hijos bajo la Virgen del perpetuo Socorro y esta te responderá trayéndolos de vuelta sanos y salvos a casa.
María ruega por nosotros ante el Padre, para que seamos menos indignos de recibir sus gracias y nuestros pecados no entristezcan al Dios de Israel.
Oración para proteción
¡Santísima Virgen María, que para inspirarme confianza
habéis querido llamaros Madre del Perpetuo Socorro!
Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar;
en mis tentaciones, después de mis caídas,
en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo,
en el trance de la muerte.
Concédeme, ¡oh amorosa Madre!,
el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos;
porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros,
Vos seréis fiel en socorrerme.
Alcanzadme, pues, la gracia de acudir a Vos
sin cesar con la confianza de un hijo,
a fin de que obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final.
Bendecidme y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte.
Así sea.¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!
Rogad a Jesús por mí, y salvadme.
Oración Número 2
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!,
en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio;
ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre
lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra,
no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas,
descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia;
sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada,
y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido.
En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.
Oración Número 3
Santísima y siempre pura Virgen María,
Madre de Jesucristo, Reina del mundo y Señora de todo lo creado;
que a ninguno abandonas,
a ninguno desprecias ni dejas desconsolado
a quien recurre a Ti con corazón humilde y puro.
No me deseches por mis gravísimos e innumerables pecados,
no me abandones por mis muchas iniquidades,
ni por la dureza e inmundicia de mi corazón me prives de tu gracia y de tu amor,
pues soy tu hijo.
Escucha a este pecador que confía en tu misericordia y piedad:
socórreme, piadosísima Madre del Perpetuo Socorro,
de tu querido Hijo, omnipotente Dios y Señor nuestro Jesucristo,
la indulgencia y la remisión de todos mis pecados
y la gracia de tu amor y temor,
la salud y la castidad y el verme libre de todos los peligros de alma y cuerpo.
En los últimos momentos de mi vida,
sé mi piadosa auxiliadora y libra mi alma de las eternas penas y de todo mal,
así como las almas de mis padres, familiares, amigos y bienhechores,
y las de todos los fieles vivos y difuntos,
con el auxilio de Aquel que por espacio de nueve meses
llevaste en tu purísimo seno y con tus manos reclinaste en el pesebre,
tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo,
que es bendito por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración Número 4
Oh Madre del Perpetuo Socorro,
concédeme la gracia de que pueda siempre invocar
tu bellísimo nombre ya que él es el Socorro
del que vive y Esperanza del que muere.
Ah María dulcísima, María de los pequeños y olvidados,
haz que tu nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida.
Cada vez que te llame, Madre mía, apresúrate a socorrerme,
pues, en todas mi tentaciones,
y en todas mis necesidades
propongo no dejar de invocarte diciendo y repitiendo:
María, María, Madre Mía.Oh qué consuelo, qué dulzura, qué confianza,
qué ternura siente todo mi ser
con sólo repetir tu nombre y pensar en ti, Madre Mía.
Bendigo y doy gracias a Dios que te ha dado para bien nuestro
ese nombre tan dulce, tan amable y bello.
Mas no me contento con pronunciar tu bendito nombre,
quiero pronunciarlo con amor,
quiero que el amor me recuerde que siempre debo acudir a ti,
Madre del Perpetuo Socorro.